Como un buen vasco, fuerte y exigente, y de espíritu independiente, decidió abandonar la Marina Mercante a bordo de petroleros americanos, que le permitieron recorrer los cinco continentes; y emprender una andadura profesional por el mundo del envase y embalaje.
Inmaplast acaba de cumplir medio siglo de vida. ¿Quién se lo iba a decir a Raimundo, cuando se cruzaron en su camino, allá por la década de los sesenta, unas máquinas que adquirió de un socio de un cuñado suyo que se dedicaba a realizar planos con horarios y distancias del mundo? Quizás la añoranza de sus largos viajes fuera de una Mallorca que conoció por casualidad para hacer la mili y que le regaló el amor de su vida, su mujer, le marcó el destino de introducirse en un sector desconocido en la década de los sesenta.
Seguro que en su ADN había cierta herencia genética emprendedora, porque decidió apostar fuerte; gestionar y empezar a fabricar el film de polietileno para dos empresas de la Isla que hacían bolsas de plástico. Nacía Inmaplast.
Según confiesa Raimundo Beascoechea, “tenía claro que a partir de esos días tenía que aprender a aprender, y empezar a formarme en campos desconocidos para mi entonces como la dirección financiera, comercial, recursos humanos, además de realizar un Master en Dirección Empresarial”.
Hoy al frente de esta empresa familiar, por la que han pasado todos los integrantes de la familia, y han dedicado horas y horas, se encuentra su hija Inés, donde su cometido “es sobrevivir no sólo ante los ciclos de la economía sino también a una campaña sin sentido que iniciaron las grandes superficies y a la que se han unido otras instituciones como es plantar guerra a las bolsas de plástico”.
Sin embargo, Raimundo Beascoechea, tiene claro que detrás de Inmaplast no sólo cuelgan bolsas de plástico de supermercado, sino todo tipo de embalajes, envases, de todos los materiales posibles, que se suministran a toda la industria balear, desde hostelería, a cárnicas, comercios, etc. “Hemos llegado a hacer cosas inverosímiles y muy diferentes ya que el cliente nos buscaba para obtener la mejor forma de envolver su producto. No es lo mismo hacer una bolsa para una boutique de lujo con la máxima calidad de impresión y con cordón; que otro para envasar galletas o neulas de Nadal, que un portatrajes, que láminas para hamburguesas o macetas para planteles. Nos han llegado a pedir fabricar cosas tan originales como un cubre-bicicletas, globos publicitarios de gran formato o fundas para los asientos del campo de fútbol”.
En este viaje hacia un sector hasta entonces desconocido, Raimundo Beascoechea trazó como buen jefe de máquinas de la Marina Mercante que había sido una buena ruta de cómo sería su empresa. Lo que hoy se denomina la famosa visión, misión, valores de una empresa, Raimundo lo tenía grabado como un manual de estilo en su cabeza cuando decidió tirar hacia adelante con Inmaplast. “A veces se cree que el empresario nace para ganar y ganar dinero, y no se da cuenta que es un gran creador de puestos de trabajo y bienestar social. Mi filosofía es creer en el valor supremo del ser humano y en sus derechos, a la vida, a la libertad y a la búsqueda de su felicidad”. Además, tenía su catecismo particular con premisas como “creer en la necesidad de hacer bien el trabajo cada día y en la actitud de mejorarlo constantemente con sencillez y sin ostentación o creer en la creación de la riqueza como condición indispensable para obtener capital necesario para planes de desarrollo y permitir la continuidad de la empresa garantizando los puestos de trabajo y el desarrollo económico y profesionales de sus empleados”.
Revulsivo para Mallorca
Los inicios de Inmaplast arrancaron en una nave de Sa Indioteria, pero pronto al ver las máquinas excavar lo que hoy son los polígonos más importantes de Baleares y los primeros que se hicieron en España, Son Castelló y Can Valero, se decantó por formar parte de esta gran familia de ASIMA. Fue el entonces director de ASIMA, Javier Macías, quien le ofreció unos solares en Can Valero, donde instalaron su nave hasta la actualidad. A la pregunta de qué le pareció el invento de ASIMA, Beascoechea no escatima elogios para un proyecto que fue y sigue siendo muy positivo para la economía palmesana y mallorquina. “No sólo sirvió para sacar la industria de la ciudad sino también favorecer la expansión de las empresas. Fue un auténtico revulsivo para Mallorca; y hoy cuenta con muchísimas posibilidades y capacidad para seguir trabajando con la filosofía que siempre les caracterizó, proactividad”.
Y es que Raimundo Beascoechea piensa en verde hasta la médula. “En Inmaplast siempre hemos sido respetuosos con el medio ambiente. Partimos de la base de que ‘todos somos culpables’ de la suciedad de las calles, montes, playas; del derroche del agua… Desde hace más de 40 años reciclamos nuestros propios desperdicios, pero es más desde entonces imprimimos en nuestros artículos fabricados, en especial, los diferentes tipos de bolsas, unas viñetas para lanzar una campaña de concienciación medioambiental con el lema ‘yo mantengo limpio el entorno, ¿y tú?”
Hace 15 años que Raimundo se jubiló y pasó el testigo a sus hijas, “como todo padre quiere que se incorporen a la empresa porque el día de mañana es para ellas. Me esforcé para que cursarán estudios empresariales y les fui sugiriendo que se sumaran al proyecto”. Confiesa que “hoy puede estar satisfecho de la andadura de Inmaplast en su medio siglo de vida porque aunque ya no estoy al frente, mi hija Inés ha cogido las riendas, y puedo estar muy tranquilo porque ella es una enamorada de la fabricación y soluciona los problemas de los clientes”.
Raimundo ha vivido en sus propias carnes diferentes crisis económicas, sin embargo, siempre tuvo la valentía de sacar lo mejor de sí mismo. Rompe una lanza a favor de la figura del empresario: “Un empresario es empresario las 24 horas del día y no me parece de recibo que la sociedad lo haya desprestigiado. Ante los momentos de dificultad de la crisis, muchos, pequeños y medianos han sacado sus ahorros para no cerrar la empresa y mantener los puestos de trabajo de familias enteras. Se ha perdido dinero, pero se ha salvado echar el cierre y mantener el empleo”. Raimundo, sonríe con complicidad ante esta última frase porque forma parte de la capa que se puso durante tanto tiempo para defender su negocio contra cualquier contratiempo.